Experimentamos prosperidad en la relación con nosotros mismos cuando:
- Nos sentimos con la alegría de ser y la libertad para elegir hacia dónde queremos dirigir nuestra vida, pudiendo diseñar el conjunto de acciones alineadas con nuestras prioridades, creencias y valores.
- Desdramatizamos los hechos y situaciones que vivimos, reconociendo que, generalmente, no hay situaciones extremadamente buenas o malas y ponderando adecuadamente cada una.
- Logramos aceptarnos y valorarnos tal y cual somos, reconociendo e integrando nuestras luces y sombras, aprendiendo de las lecciones del pasado y entusiasmados con los proyectos venideros.
- Disfrutamos de las cosas simples de la vida.
- Estamos en sintonía con nuestras emociones, pudiendo expresar lo que queremos y necesitamos y adueñándonos de nuestros estados emocionales a partir de reconocerlos e intervenir en nuestras conversaciones privadas.
- Reconocemos en nosotros el poder para hacer cambios y generar resultados significativos en nuestra vida, asumiendo un rol protagónico y activo en lugar de quedarnos observando desde un rol pasivo y de espectador.
- Desarrollamos una actitud positiva y agradecida ante la vida, sosteniendo con fuerzas las creencias de que “el mejor tiempo es ahora” y que “todas las cosas que nos suceden trabajan para nuestro bien”.